Tuesday, May 26, 2009

DESDE EL AIRE (First of a series of chapters from a short story in Spanish.




DESDE EL AIRE NO SE VE LA SANGRE




Desde el aire , el paisaje tiene la apariencia de una pintura abstracta, matizada de verdes, azules, sienas y  ocres. La serpentina de sus rios, trochas y carreteras, cicatriza la geografia. El paisaje es  idílico, plácido, percibido desde el aire como en una pelicula en movimiento lento. El azul  del Caribe se deja ver arrogante como una vasta alfombra ultramarina y los pueblos y ciudades aparecen diseminados en amorfas compociciones de colores  a veces difusos por la interferencia de las nuves. Ante las retinas, todo parece suspendido en un espacio sin tiempo. Finalmente, cuando el avión aterriza y se pone pie en tierra, la realidad cambia.

Mi aeropuerto de llegada, es Jose Maria Cordova, en el llano grande del valle de Rionegro. Mi primera confrontación se da con el oficial de inmigración. Mi nacionalidad Colombiana duele en todos los aeropuertos aún en los de mi propia patria donde también se sospecha de mí. Despues de comprobar en las computadoras que no soy mi omónimo narcotraficante, pues éste nació veinte años después que yo, me dirijo a la otra zona de escarnio : el control de aduana. Alli la odisea es otra. Los agentes encargados de revisar el equipaje, todo lo esculcan: cada rincón, cada resquisio de las maletas y se ensañan con aquellos que vienen del extranjero, en especial los que arrivan de los Estados Unidos. Usan el miedo y la sospecha para obtener así  el dinero que completará sus salarios de miseria. Esta realidad, distinta a la que se aprecia desde el aire, tiene la dinámica de una cámara puesta en movimiento acelerado. Todo bulle en un frenesí de gentes que reciben o despiden a alguien , la algarabia de los taxistas que ofrecen sus servicios , el acoso de repentinos ayudantes de equipaje y  su espera febríl por la recompensa en efectivo .

Parto finalmente en el taxi y en silencio, contemplo el paisaje bello que aparece y desaparece en las curvas de la carretera. Ese paisaje testigo de tantas muertes y desapariciones, plagado de tantas tumbas anónimas donde parece escucharse el grito de las victimas mesclado a los trinos de los pájaros. Sale el sol, mi mirada se mete por entre las ramas de los pinos, los sauces y los eucaliptus; repta entre los helechos buscando verdades. Alla abajo, visto desde el alto de Santa Elena, aparece Medellín, el Valle de Aburra, ese infierno pequeño, aprisionado entre las montañas. Le indico al chofer como llegar a mi barrio. Estará aún alli, pendenciero y triste.? Desangrado en luchas intestinas de hermano contra hermano ? en masacres oficiales ?. A la espera de una redención y una paz que nunca llegan, aletargado por los falsos predicamentos de políticos corruptos que ofrecen lo intangible despues de generar esa contundente realidad del terror y el sufrimiento?

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